El primer contacto que tuve con Salvador Enríquez, autor teatral, fue a través de un texto publicado en el blog de Teatro Aficionado, cuyo enlace tenéis en este. Me gustó y enseguida me puse en contacto con él para que autorizara la reproducción y difusión de sus palabras en este espacio. Nos ha contestado muy amablemente y aquí está ese texto para que todos lo leáis.
Para mí el teatro de aficionados es...
la puerta de entrada al mundo de las Artes Escénicas. No quiere decir, naturalmente, que quien no cruce esa puerta no llegue al Teatro; los caminos o los huecos de acceso son varios, pero éste es uno de ellos, pese a que el apelativo de “aficionado” levante en algunos la sospecha de escasez de calidad en los resultados del trabajo.
Ciertamente, al asistir a una función y tratar de juzgarla debemos tener en cuenta quiénes la hacen y con qué medios cuentan. No podemos ni debemos exigir los mismos resultados a un montaje realizado, por ejemplo, por el Centro Dramático Nacional que a un grupo de aficionados. Ni los medios técnicos ni la experiencia pueden ser comparables.
Otra cosa será que los aficionados, ante el miedo a fracasar, no se atrevan con textos de los que vamos a llamar “serios” y recurran con alguna frecuencia al sainete o la comedia ligera. Hay obras breves que, sin ser complejas de montaje, inducen a la reflexión y están lejos del simple teatro de entretenimiento.
Sin embargo, en la parte positiva debemos recordar, por ejemplo y no es el único caso, el TEU (Teatro Español Universitario) que sin llevar la etiqueta de “aficionados” lo eran, pues todos sus componentes dedicaban al teatro, solamente, una parte de su tiempo ya que su dedicación estaba en el estudio de una carrera. Si repasáramos las biografías de grandes intérpretes e importantes autores y directores, sin duda encontraríamos que muchos de ellos, en sus comienzos, anduvieron en esta clase de grupos puramente vocacionales.
Lo cierto es que para llegar a la profesionalidad, en cualquier disciplina, se hace necesario pasar por el aprendizaje, y hacer teatro de aficionados es una forma positiva de experimentar qué y cómo se interpreta un papel, cómo se monta un espectáculo, qué problemas se presentan (y cómo resolverlos) para llevar una obra desde el texto impreso hasta las tablas.
Personalmente descubrí los encantos y la magia del Teatro en dos etapas: la primera con un “Teatrito de los Niños” que me regalaron junto con algunas obritas breves y personaje en cartulina para recortar; un juguete que aún conservo con el mayor de los cariños. La segunda, precisamente, como espectador de algunas de esas funciones que hacían en Granada, ciudad en la que nací y pasé la juventud, algunos grupos que entonces (hablo de los años
Lo que yo había imaginado ante de teatrito de cartón constaté que se podía hacer realidad al asistir a un teatro. La primera función fue teatro lírico: “La del manojo de rosas”, la siguiente, de teatro de texto, debió ser “Don Juan Tenorio” o “Tierra baja”., no puedo precisar. Unas funciones hechas con precariedad de medios, en un espacio escénico de reducidas dimensiones y escasísima dotación técnica, pero con la suficiente ilusión en los intérpretes como para contagiarla al respetable. Para mí, al menos, fue un “contagio” que dura más de cincuenta años y del que me siento muy feliz.
Salvador Enríquez
editor@noticiasteatrales.es
Madrid 20 de marzo de 2008
1 comentario:
y ojala no tengas que curarte nunca de ese contagio y nunca deje de hacerte feliz
Publicar un comentario